
La DISCAPACIDAD ORGÁNICA proviene de una pérdida en la funcionalidad en uno o varios sistemas corporales (órganos o fallos sistémicos) producida por el desarrollo de condiciones de salud crónicas. Esta realidad presenta afectaciones que, en la mayoría de los casos, no son perceptibles de forma directa, ni están asociadas a la imagen más identificada y estereotipada de la discapacidad.
Las personas con discapacidad orgánica deben afrontar su día a día con síntomas y manifestaciones como el dolor o la fatiga, a veces de forma aguda o progresiva. También recibir los tratamientos necesarios, afrontar los efectos secundarios y asistir a consultas médicas constantes. Al mismo tiempo, deben procurar compatibilizar todo esto con su vida diaria, el trabajo, su entorno y sus proyectos vitales, entre otros. La falta de reconocimiento de este tipo de discapacidad comporta dificultades socioeconómicas y psicofísicas que hacen que, muy a menudo, las personas a las que afecta no tengan cubiertas sus necesidades.
Las limitaciones, restricciones y barreras sociales que originan esta discapacidad resultan reiteradamente minimizadas e invisibilizadas. Esto genera problemas en la cobertura de las necesidades de apoyo, dificultades en acceder o mantener el trabajo y tener acceso a las medidas de protección reconocidas por las administraciones. En definitiva, para desarrollar una vida plena, en igualdad de condiciones y bajo el principio de la autonomía personal, es necesario un reconocimiento efectivo y real dentro del marco normativo vigente y los tratados de derechos internacionales para las personas con discapacidad.
Más información sobre la discapacidad orgánica:

